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Imagen de Giero Saaski en unplash |
Aquí no hay VAR, pero hay VARra. Y la barra es sagrada. No solo porque el club saca con ella un dinerito extra para pagar camisetas, autobuses y balones nuevos, sino porque es el punto de reunión. El corazón del estadio. El oasis en medio del desierto futbolero.
Pero cuando el partido es por la tarde, la cosa cambia. Ya no se trata solo de ver fútbol, se trata de compartir, de vivir la experiencia con los demás. Porque, seamos sinceros, socializar sin una copa en la mano y un paquete de pipas es como jugar sin portero: posible, pero arriesgado.
Y es que, como bien dice Bad Bunny: "Por la mañana, café; por la tarde, ron", porque el día tiene sus fases, y el fútbol también. Si en la mañana reina la concentración y el análisis, por la tarde manda la celebración, la charla animada y ese gin-tonic o roncito que convierte cada gol en un brindis. Al final, ver el fútbol es más que un partido, es un ritual.
El fútbol modesto siempre ha sobrevivido a campos encharcados, árbitros con vista de topo y goles en propia puerta… ¿Pero sobrevivirá sin su cerveza de la media parte?
Esto es como querer freír patatas sin aceite. Y no me digas "pues en la air fryer", porque todos sabemos que no saben igual. O, quizás, como un saque de esquina sin rematador.
¿Se quedará la barra solo con refrescos y café, condenando a los padres a un domingo de Coca-Colas tibias y botellines de agua?
¿Seguirán yendo esos fieles seguidores si no pueden pedir su cervecita ritual?
¿Qué pasará cuando haya victoria? ¿Se brindará con Aquarius, o peor… con Fuzetea?
Yo solo digo que lo siguiente será prohibir las pipas… pero mientras eso llega, ¡podemos celebrar y beber mientras juegan los grandes!💣
Mi musa: uno de esos solitarios y mis amigas futboleras. ⚽
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